Rusia y Arabia Saudita aumentan su producción de petróleo a partir de octubre
Arabia Saudita, Rusia y sus socios dentro de la OPEP+ anuncian un aumento coordinado de la producción de petróleo de 547 000 barriles por día. Una decisión estratégica que trastoca el frágil equilibrio del mercado mundial y podría reavivar las tensiones geopolíticas, mientras el pulso entre Washington y Moscú se intensifica.
En resumen
- La OPEP+ aumenta su producción en 547 000 barriles por día, lo que representa el 0,6 % del consumo mundial.
- Arabia Saudita y Rusia lideran esta iniciativa para recuperar cuota de mercado.
- Trump amenaza con nuevas sanciones contra Rusia y sus socios comerciales.
- India mantiene sus importaciones rusas a pesar de las presiones estadounidenses.
Rusia y Arabia Saudita quieren retomar el control
El domingo 3 de agosto, ocho países productores reunidos en la OPEP+ oficializaron su acuerdo para aumentar su producción diaria en 547 000 barriles.
Esta decisión, dirigida conjuntamente por Arabia Saudita y Rusia, forma parte de una estrategia a largo plazo para recuperar las cuotas de mercado perdidas durante las políticas restrictivas anteriores.
Este aumento representa ciertamente una fracción modesta de los 100 millones de barriles consumidos diariamente en el mundo. Sin embargo, indica un cambio de paradigma importante. Después de años de recortes drásticos destinados a mantener los precios altos, los gigantes petroleros privilegian ahora el volumen sobre los precios.
El impacto inmediato ya se siente en los mercados. El Brent, referencia internacional, se mantiene alrededor de 70 dólares el barril. Un nivel que contrasta fuertemente con los picos de 120 dólares alcanzados en la primavera de 2022, durante la invasión rusa de Ucrania.
Para los consumidores franceses, esta estabilización podría mantener los precios en la bomba en sus niveles actuales: 1,62 euros por litro de gasóleo y 1,66 euros por litro de gasolina.
La visión prospectiva de la OPEP+ espera una demanda creciente hasta mediados de siglo. Esta anticipación entra en contradicción directa con las proyecciones de la Agencia Internacional de la Energía, que prevé una estabilización a partir de 2030, principalmente por el efecto de la democratización de los vehículos eléctricos.
Las tensiones geopolíticas redefinen el tablero energético
El anuncio de la OPEP+ se produce en un contexto geopolítico particularmente volátil. Donald Trump ha endurecido recientemente el tono hacia Moscú, otorgando «diez días» a Rusia para resolver el conflicto ucraniano.
Este ultimátum viene acompañado de amenazas concretas: «Impondremos aranceles y otras cosas«, declaró el presidente estadounidense.
Entre las medidas consideradas figura un recargo indirecto del 100 % sobre las importaciones de productos rusos, incluidos los hidrocarburos. Esta maniobra apunta directamente a India, que en 2025 se convirtió en el segundo mayor importador mundial de petróleo ruso, con 1,6 millones de barriles por día.
Pero Nueva Delhi no cede ante la presión. El gobierno indio ha expresado claramente su voluntad de mantener sus relaciones energéticas con Moscú, afirmando la primacía de sus intereses estratégicos sobre las órdenes estadounidenses.
Esta postura ilustra la creciente fragmentación del sistema comercial mundial, marcada por el surgimiento de bloques económicos rivales como los BRICS y la erosión del unilateralismo occidental.
En este contexto de rápida recomposición, las perspectivas del mercado petrolero se vuelven cada vez más opacas. Las vueltas de la política comercial estadounidense, combinadas con una persistente inestabilidad geopolítica, sumergen a la industria energética en una zona de turbulencia prolongada.
Es en esta atmósfera tensa que la OPEP+ emprende un giro estratégico importante. El aumento de producción decidido por el cártel supera el simple ajuste coyuntural: marca una ofensiva política y económica.
En este nuevo juego de influencias, cada barril se convierte en una palanca diplomática, cada alianza energética, en una declaración de soberanía.
En resumen, Rusia, Arabia Saudita y sus aliados quieren preservar su papel central en un orden energético mundial en transformación. Para ellos, no solo se trata de regular el mercado, sino de redefinir las reglas del poder en un mundo profundamente multipolar.
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