Los Estados Unidos ya han comenzado a construir su reserva de Bitcoin

Mientras la opinión pública se estanca en debates sobre los ETF y las burbujas especulativas, el Estado estadounidense actúa. De manera discreta, pero decidida. Detrás de los muros del Capitolio, se está gestando una reserva estratégica de bitcoin. Ya no es teoría: ahora está confirmado. Y esta revelación cambia las reglas del juego.

Un tesoro digital forjado en la sombra

Bo Hines no se anduvo con rodeos. Impulsadas por un decreto presidencial firmado el 6 de marzo por Donald Trump, las agencias federales fueron ordenadas para contabilizar todos los bitcoins incautados, olvidados o no usados. Resultado: una reserva en construcción, alimentada por diez años de confiscaciones penales, multas civiles y presupuestos no gastados. No son solo algunos fragmentos perdidos de Satoshi: es una bonanza digital consolidada silenciosamente.

Lo que sorprende es la opaca arquitectura de esta operación. La auditoría global no está destinada a hacerse pública, salvo que haya una voluntad política contraria.

El mensaje está claro: el gobierno estadounidense considera ahora el bitcoin como un equivalente digital al oro. Un recurso estratégico para asegurar. Y sobre todo, para no dejar en manos de adversarios geopolíticos, como China o Rusia, que quiere reservar el bitcoin para los ricos.

¿Neutralidad presupuestaria o alquimia política?

Lo que hace que esta iniciativa sea aún más singular es la promesa de neutralidad presupuestaria. En otras palabras: ni un centavo del contribuyente debe financiar la acumulación de bitcoin.

Es un desafío casi esotérico, y sin embargo Hines muestra un optimismo imperturbable: «Tenemos mentes muy creativas», afirma, mirando a los senadores Lummis y Scott, motores de esta ambiciosa maniobra.

Es aquí donde entran en juego los proyectos de ley GENIUS (stablecoins) y CLARITY (estructura de mercado). Antes incluso de legalizar nuevas compras federales de bitcoin, el Congreso quiere primero regular el entorno en el que estos activos evolucionan.

Se habla de regulaciones, ciertamente, pero sobre todo de una infraestructura legal que legitima el siguiente paso: hacer del bitcoin un activo estatal plenamente reconocido. A este ritmo, podríamos ver una cartera nacional de BTC al igual que las reservas de oro de Fort Knox.

¿Hacia un estándar Bitcoin estadounidense?

Detrás de esta estrategia, hay más que una simple apuesta por un activo especulativo. Hay una voluntad de soberanía monetaria digital. Al calificar al bitcoin como oro digital, la administración Trump indica una línea ideológica clara: protegerse contra la inflación, la inestabilidad geopolítica y la pérdida de influencia del dólar.

El momento no es casual: al amanecer de una elección presidencial, con los BRICS acelerando su desdolarización, el bitcoin se convierte en un instrumento de poder blando.

Si Estados Unidos continúa en esta vía, surge una cuestión crucial: ¿hasta dónde llegarán? ¿Apuntarán a dominar el hashrate? ¿Adoptarán una política de minería soberana? ¿O asistiremos al surgimiento de un bitcoin estándar a la estadounidense, camuflado tras leyes presupuestarias y auditorías clasificadas? El juego acaba de empezar.

El mes de julio, con la posible firma de la ley GENIUS, podría marcar un giro histórico. Y en el silencio discreto de las instituciones, el bitcoin se impone poco a poco como una pieza clave del gran tablero geopolítico. Esta vez, ya no es un juego de iniciados. Es una estrategia nacional.