Los estadounidenses quieren beneficiarse de la IA, pero temen perder lo que los hace humanos
La inteligencia artificial se impone ahora en el día a día, hasta el punto de volverse imprescindible. Si sus usos seducen, especialmente para simplificar la vida cotidiana, también alimenta temores profundos. Una encuesta del Pew Research Center, realizada en junio de 2025, pone en evidencia una paradoja: los estadounidenses temen que la IA amenace su esencia humana.
En breve
- La mitad de los estadounidenses se sienten más preocupados que entusiastas ante la IA.
- El 73 % aceptaría su ayuda para las tareas domésticas, pero el 61 % quiere más control.
- El 53 % considera que la IA reduce la creatividad, y el 50 % que debilita las relaciones humanas.
- La división entre expertos y público general ilustra una creciente desconfianza hacia esta tecnología.
La IA en el día a día seduce pero preocupa profundamente a los estadounidenses
Publicado en septiembre de 2025, la encuesta del Pew Research Center consultó a más de 5.000 adultos estadounidenses sobre su percepción de la inteligencia artificial. Los resultados revelan una mezcla de fascinación y preocupación.
Casi uno de cada dos estadounidenses hoy se siente más preocupado que entusiasta, un aumento marcado respecto a 2019. Por el contrario, solo el 10 % se declara claramente entusiasta ante su auge.
Sin embargo, el uso de la IA ya se arraiga en el día a día. El 73 % de los encuestados aceptaría delegar ciertas tareas repetitivas, como la limpieza o la planificación. Pero este consentimiento viene acompañado de un deseo de control: el 61 % exige salvaguardas para que la IA no invada todas las esferas de su vida.
Esta ambivalencia refleja una preocupación profunda. Más de la mitad de los encuestados considera que la IA reduce la creatividad y debilita las relaciones sociales. En otras palabras, la IA seduce por su practicidad, pero asusta por su potencial deshumanizador.
Una brecha generacional y cultural
El estudio también destaca una brecha generacional. Los menores de 30 años, aunque son los más familiarizados con la IA, muestran paradójicamente más pesimismo. El 61 % considera que dañará la creatividad, frente al 42 % de los mayores de 65 años.
Esta desconfianza también se expresa en el ámbito académico. En los campus estadounidenses, una encuesta reciente revela que incluso la generación Z duda del impacto positivo de la IA en el aprendizaje universitario. Muchos temen que debilite la calidad de la enseñanza y devalúe los diplomas.
A nivel internacional, la inquietud estadounidense no está aislada. El informe AI Index 2025 de Stanford confirma el aumento de preocupaciones en países desarrollados, a pesar de los reconocidos avances en eficiencia. En Europa, Alemania y Reino Unido comparten una percepción similar: la IA se ve más como un riesgo que como una oportunidad.
Finalmente, la confianza sigue siendo un punto débil importante. Más de la mitad de los estadounidenses reconoce no saber distinguir un contenido generado por IA de uno humano. Esta pérdida de referentes alimenta una desconfianza creciente, tanto más marcada cuanto que la confianza hacia las grandes empresas tecnológicas ha disminuido en los últimos años.
Una brecha entre expertos y público general
Las divergencias no se detienen en las generaciones. También se profundizan entre expertos y ciudadanos. Cuando el 56 % de los especialistas en IA anticipan un impacto globalmente positivo en la economía estadounidense, solo el 17 % del público general comparte esta opinión. Esta fractura revela un problema de percepción: la IA es vista por las élites como una oportunidad, pero por los ciudadanos como una amenaza social.
Las minorías y las personas vulnerables expresan temores aún más marcados. Para ellas, la IA tiende a amplificar las discriminaciones existentes. Una inquietud confirmada por varios estudios universitarios que muestran que los algoritmos reproducen sesgos sociales, especialmente en materia de empleo y justicia.
Finalmente, la dimensión regulatoria se vuelve imprescindible. Según un estudio Gallup-SCSP 2025, el 72 % de los estadounidenses desea un marco regulatorio más estricto para la IA por parte del gobierno. Esta exigencia refleja una toma de conciencia colectiva: la innovación debe permanecer al servicio del ser humano, y no al revés.
Así, si la IA se impone como una herramienta imprescindible en la vida cotidiana estadounidense, su adopción sigue frenada por un temor difuso: perder lo que hace singular al ser humano. Entre fascinación y preocupación, el debate apenas comienza. Y podría bien redibujar, en los próximos años, el equilibrio entre tecnología, sociedad y democracia.
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