Rusia crece al 4 %, pero su economía se tambalea

Durante dos años, Rusia ha mostrado un crecimiento económico superior al 4 %, una cifra que podría hacer palidecer a muchas economías europeas. Sin embargo, detrás de estos indicadores aparentemente sólidos, la realidad en el terreno es muy distinta: alta inflación, consumo deteriorado, escasez persistente. El país, ampliamente convertido en « economía de guerra », parece alcanzar los límites de un modelo basado en el gasto militar y la renta energética.

Un crecimiento impulsado en Rusia por los cañones, no por las fábricas

Rusia está agobiada por un aumento significativo del gasto militar y una creciente crisis energética. Esta situación conduce a la escasez de recursos financieros.

« La economía rusa depende más que nunca del esfuerzo de guerra y de sus ingresos provenientes de energías fósiles », afirma Adina Revol, antigua portavoz de la Comisión Europea, invitada a BFM Business el 10 de junio.

Para ella, esta dinámica de crecimiento, que permitió a Moscú registrar un 4,1 % de PIB en 2023, no se basa en ninguna riqueza real producida, sino en una economía redirigida casi por completo hacia la defensa.

De hecho, los datos de la agencia estadística rusa Rosstat confirman que la producción de productos metálicos terminados ha aumentado un 35 %, mientras que la de componentes electrónicos y ópticos, fuertemente vinculados a las industrias de defensa, ha crecido un 29 %.

Por lo tanto, el esfuerzo de guerra no sostiene un crecimiento diversificado, sino una economía compartimentada y dependiente de la continuación del conflicto.

Este reposicionamiento viene acompañado de una inflación persistente, especialmente marcada en los sectores básicos. En junio de 2025, el Banco Central Ruso (BCR) registra una inflación anual del 9,8 %, impulsada en gran medida por los productos alimenticios.

El precio de la papa, un alimento de primera necesidad, se ha triplicado en un año alcanzando los 85,4 rublos por kilo (aproximadamente 1,05 dólares). Este nivel récord se explica en parte por :

• Una mala cosecha ;
• Una dependencia creciente de las importaciones, especialmente de Egipto, que ya no son suficientes para cubrir la demanda interna.

Paralelamente, la escasez de mano de obra vinculada a la movilización militar y el exilio estimado en cerca de un millón de personas alimenta un aumento salarial, sin contrapartida en productividad. Esta situación conduce a una economía en sobrecalentamiento, a la vez constreñida e ineficaz.

¿Hacia un agotamiento estructural? 

Tras meses de crecimiento impulsado por la máquina de guerra, la economía rusa muestra signos claros de desaceleración. En febrero de 2025, el crecimiento del PIB cayó al 0,8 % interanual, frente al 3 % de enero. Es el nivel más bajo desde marzo de 2023.

« Una economía transformada en economía de guerra no produce riquezas reales. Los indicadores están en rojo », precisó Adina Revol.

El Banco Central Ruso, aunque ligeramente más optimista, prevé ahora un crecimiento moderado del 1 al 2 % para 2025, muy alejado de los picos artificiales registrados durante los dos años anteriores. El Ministerio de Economía ruso apunta a un 2,5 %, pero sin indicar los mecanismos concretos para apoyar esta dinámica en un contexto cada vez más restrictivo.

La caída de los precios del petróleo es otro factor importante de fragilidad. En un año, el precio del barril de Brent ha bajado un 18 %, situándose alrededor de los 67 dólares. Sin embargo, los ingresos procedentes de los hidrocarburos siguen representando un tercio de los ingresos fiscales de Rusia, un miembro influyente del grupo BRICS.

Esta caída amenaza directamente el equilibrio presupuestario del país, sobre todo porque los margenes de maniobra se reducen rápidamente. El Fondo Soberano Ruso (RDIF), que servía de escudo financiero al recurrir a las reservas del Estado, ve caer en picado sus activos líquidos: de 108 mil millones de euros a principios de 2022, ahora son solo 36 mil millones de dólares a comienzos de 2025.

Esta caída es síntoma de un agotamiento progresivo de la « maná de guerra », que no podrá ser eterna sin modificar la trayectoria económica general.

Las perspectivas a corto y medio plazo se oscurecen. Si el Kremlin no reorienta rápidamente su economía hacia sectores productivos y resilientes, se arriesga a chocar con un muro presupuestario.

La dependencia de las materias primas, el peso creciente de la deuda militar y la incapacidad para reactivar la inversión privada (frenada por tasas de interés al 20 %) reducen las capacidades de adaptación. Por su parte, la Unión Europea acaba de desbloquear mil millones de euros para apoyar la industria militar ucraniana, a partir de los activos rusos congelados. Una señal fuerte que podría acrecentar la presión sobre Moscú.

En este contexto, los mercados deberán seguir de cerca los ajustes monetarios y financieros realizados por Rusia, ya que el debilitamiento económico del Kremlin podría tener repercusiones inesperadas en el ámbito cripto, especialmente en materia de flujos transfronterizos y mecanismos para evadir sanciones.