El 8 de junio de 2025, un petrolero bajo sanciones estadounidenses y europeas atracó discretamente en Japón, entregando crudo ruso a una refinería local. Este gesto, lejos de ser trivial, revela una fractura silenciosa en el consenso occidental sobre la energía. Mientras el G7 intenta desde hace dos años aislar a Moscú, Tokio prioriza su seguridad energética. Este episodio, a la vez simbólico y estratégico, podría redibujar en silencio las líneas de un orden energético mundial en reconfiguración.