En 2024, los memecoins dejaron de ser simples bromas digitales para convertirse en herramientas de movilización política. Impulsados por las elecciones estadounidenses y la influencia de figuras polarizadoras, estos tokens captaron la atención de los mercados y cristalizaron relatos electorales en la blockchain. Su ascenso fulgurante redefinió los códigos de la especulación cripto. Sin embargo, esta burbuja alimentada por la emoción y la viralidad no se mantuvo. Pocos meses después, el mercado colapsó, revelando la fragilidad de esta dinámica.