Mientras las criptomonedas dividen las geopolíticas mundiales, Rusia traza un camino singular. Vladimir Putin, al reconocer la intangibilidad del bitcoin, se opone de manera categórica a su integración en las reservas nacionales. Una posición que contrasta con la de Donald Trump, ferviente defensor de una América cripto-soberana. Entre la fascinación tecnológica y la prudencia estratégica, Moscú juega un equilibrio sutil en el tablero digital.