Mientras el mundo entra en una nueva zona de turbulencias, entre la guerra en Oriente Medio, el aumento de los precios de la energía y la incertidumbre monetaria, persiste una anomalía: el bitcoin no baja. Sube. Es un paradoja sorprendente en un clima donde los activos tradicionales tambalean. ¿Deberíamos verlo como una nueva prueba de su transformación en valor refugio? ¿O como una ilusión de estabilidad alimentada por la euforia de los mercados?