"No todo lo que reluce es oro". Este proverbio del siglo XVII se aplica admirablemente a las innovaciones llamativas. Desde hace algunos años, se nos presenta la Inteligencia Artificial (IA) como una revolución comparable a la electricidad o a internet. ¿Pero es realmente una revolución? ¿O más bien una optimización espectacular de lo existente? Tal como la conocemos, la IA no revoluciona nada. Solo engrasa los engranajes de un sistema ya establecido, y se inscribe principalmente en la continuidad de un paradigma centralizado. Paralelamente, otra tecnología, menos mediática pero mucho más radical, sigue su trayectoria: Bitcoin y la descentralización. A diferencia de la IA, Bitcoin no se limita a mejorar los sistemas existentes. Los cuestiona, y a veces incluso los vuelve obsoletos. La verdadera revolución actual, la única, es Bitcoin. Porque no hace más rápido al viejo mundo, construye uno nuevo.