La integración del bitcoin en las reservas de los bancos centrales divide profundamente a los actores económicos. Por un lado, algunos gobernadores abogan por una diversificación de activos para adaptar las estrategias monetarias a un mundo en cambio. Por el otro, el Banco Central Europeo (BCE) mantiene una línea estricta y rechaza firmemente cualquier legitimidad del bitcoin como reserva de valor. Este debate ha adquirido una nueva dimensión tras las declaraciones de Christine Lagarde. Interrogada durante una conferencia de prensa, la presidenta del BCE cortó de raíz las especulaciones y afirmó que el bitcoin no cumplía con ninguno de los criterios requeridos para figurar en las reservas de los bancos centrales: "líquidos, seguros y protegidos". Esta toma de posición contrasta con la del gobernador del Banco Nacional Checo, Aleš Michl, quien está abierto a la idea de explorar nuevas clases de activos. Esta creciente divergencia ilustra la fractura entre un enfoque conservador del sistema financiero y una visión más pragmática, apoyada por ciertos decisores que buscan anticipar las transformaciones monetarias venideras.