La cifra ha hecho saltar a los mercados: la inflación en la zona euro se estableció en un 2,4 % en febrero, según Eurostat. Una ligera baja, ciertamente, pero suficiente para reavivar el debate sobre los próximos movimientos del Banco Central Europeo (BCE). Entre un optimismo prudente y nubes geopolíticas, el euro oscila en un hilo delgado. Detrás de estos porcentajes se esconden realidades contrastadas: energía en declive, servicios resistentes y una Alemania que resiste. Análisis de un paisaje económico en semitonos.