Un cambio discreto, pero histórico, ha ocurrido en las reservas de los bancos centrales. Por primera vez en casi 30 años, el oro supera a los bonos del Tesoro estadounidense. Este reajuste, lejos de ser insignificante, refleja una pérdida creciente de confianza en la deuda soberana de Estados Unidos. Detrás de esta elección, los bancos centrales reconfiguran sus prioridades, apostando por la solidez intemporal del metal amarillo. Esta señal, casi imperceptible, podría redefinir las bases del sistema monetario mundial.