Mientras la bolsa avanza tímidamente, es el dólar el que tambalea, debilitado por la doble presión de los nuevos impuestos comerciales impuestos por Donald Trump y por la persistente vacilación de la Reserva Federal. En esta atmósfera tensa, los inversores oscilan entre la búsqueda de rendimiento y la prudencia dictada por la inestabilidad del entorno. La calma aparente oculta una nerviosidad palpable: la de un mercado que sabe que todo puede tambalearse ante el más mínimo movimiento.