Donald Trump imprime de nuevo su marca en la cabeza de los Estados Unidos. Al relanzar una vasta ofensiva arancelaria contra casi todos los socios comerciales del país, el presidente provoca un seísmo económico y diplomático. Wall Street cae, los aliados se preocupan, Pekín responde. Esta decisión, estratégica tanto como ideológica, marca el regreso asumido de un proteccionismo duro y coloca la soberanía económica estadounidense en el centro del juego mundial.